EL RAYO VERDE. Julio Verne

uando era pequeña leí en un cómic la historia de “El Rayo Verde” y me gustó tanto que, desde entonces, estuve ojo avizor por si el Destino ponía en mis manos la propia novela de Julio Verne en la que se inspiraba el tebeo juvenil. Así ocurrió y, años después, la historia volvió a cautivarme con su brisa marina de aventuras, libertad y leyendas.

A primera vista no parece que “El Rayo Verde” sea una novela de Julio Verne, el escritor-científico por antonomasia, pues aunque el MacGuffin de esta historia (como diría Hitchcock) sea un fenómeno de la Naturaleza (aspecto típicamente “verniano”), el personaje principal, sus motivaciones y el estilo con el que se narra esta aventura tienen cierto tinte romántico y legendario, algo francamente inusual en las crónicas a las que nos tiene acostumbrados el escritor de Nantes.

“Blame it to the moon”. O, mejor dicho, echadle la culpa a Escocia, las Islas Hébridas y los mares que las rodean e impregnan su atmósfera con la magia de los Cuentos de Hadas pues es ahí, en esos fascinantes parajes, donde el Señor Verne ha ambientado la historia de “El Rayo Verde”.

Sin duda, esta novela es una auténtica joya de Neptuno pues, como veréis, en sus páginas el Mar cobra un gran protagonismo. Pero, ¿quién es el héroe de esta historia?

EL HÉROE ES… UNA HEROÍNA

¿Cuántas novelas de Julio Verne conocéis donde el protagonista sea una mujer?. Las féminas que yo recuerdo, como Mary Grant o Aouda, son personajes secundarios pero en “El Rayo Verde” nos encontramos a una auténtica protagonista: Helena Campbell. Ya sólo por el hecho de que una mujer con ideas propias, y no la mera acompañante, sea la que lleva la voz cantante en esta historia merece la pena embarcarse en su lectura.

Sin más preámbulos os presento a Helena Campbell, de las Highlands: joven intrépida, soñadora e independiente a la que se le ha metido en la cabeza que, antes de casarse, tiene que “ver” el Rayo Verde.

EL RAYO VERDE NO ES “FLECHA VERDE” NI “LINTERNA VERDE”

No, no estamos hablando de superhéroes de DC comics. El Rayo Verde, según el “Morning Post” (el diario que lee la Señorita Campbell), es un fenómeno que puede observarse en el mar durante el crepúsculo, según el cual, cuando la parte superior del disco solar desaparece rozando la línea de agua del horizonte, el último rayo que lanza el astro rey no es rojo, sino VERDE.

“Un verde maravilloso, un verde que ningún pintor puede obtener en su paleta. Un verde cuya naturaleza no se encuentra ni en los variados verdes de los vegetales, ni en las tonalidades de las aguas más límpidas. Si existe el verde en el Paraíso, no puede ser más que este verde, que es, sin duda, el verdadero verde de la Esperanza” (Capítulo III de “El Rayo Verde”. Julio Verne. Edición de Plaza & Janés de 1998. Traducción de S. Nerval).

UNA LEYENDA DE LAS HIGHLANDS

¿Y por qué esa necesidad tan apremiante de ver un fenómeno de la Naturaleza?. Porque dicho prodigio entronca con una leyenda escocesa en virtud de la cual, quien logre ver el Rayo Verde será capaz de leer en su corazón, en el de los demás y… lo más importante: conocer el Amor Verdadero.

Helena Campbell ansía ver el Rayo Verde para estar segura de los sentimientos de su vanidoso pretendiente, Aristóbulus Ursiclos, así como de los suyos propios. Y se lo va a jugar todo a la “carta” del Rayo embarcándose con sus dos queridos tíos, los hermanos Sib y Sam Melvill; su ama de llaves, la Señora Bess; Partridge, el mayordomo, y el petrimete de Aristóbulus en un viaje por las costas de Escocia y las Islas Hébridas.

Imagen cedida por cortesía de Belenworld

Lo que parece una empresa sencilla se le va a revelar pronto a nuestra soñadora protagonista como un cúmulo de despropósitos pues el Rayo Verde debe avistarse en un cielo limpio, sin nubes, y sin ningún obstáculo que interfiera en la visión del sol sumergiéndose en el mar lo cual, como veréis, puede resultar bastante complicado hasta el punto de que llega un momento en que parece que sus infructuosos esfuerzos, más que acercarla a la promesa de hallar el Rayo Verde, la van alejando del mismo arrastrándola, en cambio, a una travesía de aventuras donde no faltará el rescate de un náufrago, Olivier Sinclair, un joven marinero que dará alas a las exhaustas esperanzas de la Señorita Campbell.

Al igual que Olivier, confío en que vosotr@s deis ánimos a Helena en su odisea por mares embravecidos desafiando a las tormentas de la Naturaleza y a las del alma con sus dudas e incertidumbre. Pero, no os alarméis, el peligro no es el único firmante de esta aventura y podréis disfrutar, también, de unos espectaculares escenarios como los que vienen a continuación…

POETA EN LA GRUTA DE FINGAL

Como os dije al principio de este post, en “El Rayo Verde” descubrimos a un Julio Verne diferente al de sus otras novelas y hasta su propia prosa da fe de ello destilando poesía y romanticismo en sus descripciones más allá de los rigurosos aspectos físicos y geográficos. Como ya os adelanté, el Mar (con mayúscula) cobra un especial protagonismo gracias a las palabras de Verne que logra impregnarnos con la brisa marina, el olor a salitre, los espectaculares colores cambiantes de sus aguas y los encajes de espuma coronando las olas.

Pero al Mar le han salido rivales de belleza abrumadora como la Gruta de Fingal, en la Isla de Staffa, donde Verne da rienda suelta a su vena poética:

“La luz que venía de fuera jugaba sobre todos aquellos ángulos produciendo mil destellos en los prismas de basalto, que se reflejaban como en un espejo en las aguas del canal, impregnadas de los colores verdes, rojos y amarillos de sus piedras y plantas submarinas” (Capítulo XIX de la misma edición arriba citada).

Me resulta imposible leer esa mágica combinación de palabras y no sentirme transportada a ese enclave que más parece una catedral gótica subterránea con sus coloridas vidrieras que una gran caverna.

VERDE QUE TE QUIERO VERDE

¿Encontrará Helena Campbell su ansiado Rayo Verde?. Ya sabéis que no me gustan los “spoilers” así que tendréis que ser vosotr@s los que halléis la respuesta entre la marea de páginas, prestando atención a cualquier destello verdoso que asome en el horizonte.

En cuanto a mí, tengo que confesaros que, a día de hoy, este fascinante rayo me sigue siendo esquivo. No he logrado verlo pero, siempre que presencio el crepúsculo en el mar, espero hasta el último momento por si el sol me regalara un fugaz destello del color de la “kryptonita” (no te asustes, Superman). Según Aristóbulus Ursiclos, se trata de una búsqueda banal e infantil pero, como lectores inteligentes, no debemos hacer caso de las opiniones de este majadero pues lo valioso en esta historia, como en todas, es la “búsqueda”, independientemente de que el tesoro se encuentre (o no) más allá del Arco Iris. Como diría Tirso Alfaro, protagonista de la Trilogía de los Buscadores, citando a Lorca: “Sólo el Misterio nos hace vivir”.  Así que, vayamos tras la pista de nuestro “Rayo Verde” y, ¡quién sabe!, quizás el día menos pensado la vida nos depare algo extraordinario que ni habíamos imaginado…

P.D: El próximo 8 de Febrero se cumplen 191 años del nacimiento de Julio Verne: una buena excusa para rendirle homenaje leyendo “El Rayo Verde”, ¿no creéis?. Y si sois del Club de fans del escritor francés aquí os dejo otros dos posts donde podréis disfrutar de los sueños y aventuras de este visionario del siglo XIX: «Julio Verne. Los límites de la imaginación» y «La Isla Misteriosa».

4 comentarios en “EL RAYO VERDE. Julio Verne

  1. ¡Qué interesante! No conocía este volumen del escritor francés y mira que me gusta. Me parece muy atractiva la historia, tanto por el entorno como su protagonista. Buscaré un hueco para esta lectura que de forma tan atractiva nos has transmitido. Muchas gracias.

    Me gusta

    1. Gracias a ti, Koketo. Es un volumen poco conocido dentro de su extensa bibliografía y quizás, por eso, resulta tan interesante. Además, es un libro finito. Estoy segura de que lo disfrutarás porque el entorno en el que está ambientado es de los que te gustan: mar, clima frío y parajes salvajes. ¡Ya me dirás si en alguna ocasión ves el Rayo Verde! 😉

      Me gusta

    1. Pues ya tienes otra lectura que añadir a tu lista de libros, que seguro será una lista muy larga como la mía, ja, ja.
      Vas a congeniar enseguida con Helena Campbell y sus tíos y, quien sabe, a lo mejor alguno de esos paisajes tan maravillosos te inspiran para algún cuadro… ahí lo dejo 😉

      Me gusta

Los comentarios están cerrados.